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Historias de mi vida, hechas romance
Este es un pasaje de mi vida, que recuerdo con mucho cariño, tal vez porque pudo ser mi primer amor y no pudo ser, a los 15 años y cuando uno despierta consciente a la vida me enamoré secretamente, pues sólo mi mejor amiga lo sabía y era mi cómplice. Amor desencontrado Nos presentaron un día en nuestros años juveniles y desde ese momento comenzó una amistad. Nos visitábamos con frecuencia, compartíamos charlas, juegos, música y todo era alegría. Pero un amor oculto existía en los dos; me gustaste desde el primer momento en que te vi; pero cómo decirlo, éramos tan solo amigos, y qué pasaría si alguien hablaba, si alguno de los dos expresaba sus sentimientos, la amistad se rompería, y en algún rincón de nuestro corazón y por algún motivo no queríamos que eso sucediera. O tal vez tan sólo era miedo, temor al fracaso, a no ser correspondidos, cada uno sabía lo que sentía e ignoraba lo que le sucedía al otro en su corazón, además no lo hubieran permitido, no podía ser, en casa no te querían a no ser como un amigo y tú lo sabías. Y el tiempo fue pasando, y hubo muchos momentos en los que alguno pudo haber hablado, pero el miedo seguía allí, instalado como una estaca que nos paralizaba, y yo sentía tus elogios, y me demostrabas con hechos sutilmente tus sentimientos, pero no pude, fui cobarde, no pude jugarme por ese amor que en mí crecía cada vez más fuerte. Y cada vez que te veía mi corazón palpitaba, y me enrojecía, y transpiraba, y disimulaba todo el tiempo hablando de cualquier cosa para que no te dieras cuenta de que mi ser estallaba de pasión, pero como decirte lo que me pasaba, no estaba totalmente segura de lo que tú sentías y eso me acobardaba. Y los años transcurrían y aumentaban y con ellos mi amor, ese amor puro de juventud. Tu hermana era nuestra cómplice y nuestra confidente, pero la tradición y las creencias, y por qué no los prejuicios, no me permitían revelarte mi gran secreto, y esperé a que tú lo hicieras. Pero el momento no llegaba y mi alma se rompía, y mis ilusiones morían. Y cuando nos dejaban solos, sólo música romántica ponías, y mi rostro comenzaba a enrojecer y no sabía qué decir, y no te decidías. Todo era un juego de seducción, y jugábamos los dos, pero el tablero seguía igual, las piezas apenas se movían sin entrever casi nada. Y un día tuve que partir dejando atrás mis ilusiones y tal vez lo que pudo ser un gran amor. Y te perdí, y no volví a vos hasta después de un largo año en que tampoco te animaste a decir nada de tu amor por mí. Ya en esos momentos sabía que me amabas pero seguía siendo cobarde y yo tampoco hablé. Otro año pasó y por tu hermana supe la verdad pero para mí ya era muy tarde, te habías alejado de mi vida, o quizás tampoco tuve el valor de apostar a ese amor que tal vez no había muerto... todavía.
La voz fue real, no es invento de mi imaginación, viví esa experiencia que tal vez no muchos tengan la oportunidad. Ser una mujer ya casi realizada y con proyectos no significa que todas las fantasías estén descartadas, en cualquier momento de nuestra vida, se puede vivir una ilusión. Una voz en el teléfono Eres soñadora, tierna y romántica, solitaria por naturaleza, siempre en casa haciendo tus tareas, tu vida no es rutinaria y sin embargo no estás tan conforme, te falta algo, necesitas encontrarte a ti misma. Sin embargo, eres feliz en tu mundo, todo se desarrolla dentro de lo normal, pareciera que tus días circulan con armonía. Piensas en tus problemas y lo que tienes que resolver, y un día sin imaginarlo, suena el teléfono y una voz comienza a embriagarte, a susurrarte en el oído con dulces y amorosas palabras. Todo comienza con un juego pensando que no volverá a llamar, pero al día siguiente la llamada vuelve y tu piel se estremece como si fueras una niña adolescente, y otra vez las dulces y tiernas frases despiertan raros sentimientos en ti. Y te cuesta creer que tu voz le guste a alguien todavía y te sientes halagada, sensual y seductora, y esa voz tan varonil recorre tu piel y tu cuerpo. No puedes sospechar siquiera que a tus cuarenta años todavía seduzcas a otro que no sea tu marido, y la voz te envuelve, te acaricia, te mima. Es todo muy loco, piensas, pero es real, te está pasando y no sabes por qué. Y te gusta y te alienta a estar siempre coqueta y arreglada como si por el teléfono se viera, como si esa voz pudiera reconocerte y verte hermosa. Y los días pasan y los llamados siguen y a pesar de tener familia los esperas, porque son un alimento para tu espíritu, para tu alma que estaba un poco triste y melancólica. Y te dice que te quiere, que te ama, que tu voz es dulce y sensual y lo acaricia. Te envuelve con sus palabras y te llena de emoción. Nunca creíste enamorar a alguien con tu voz, no creíste despertar en otros sentimientos especiales. Pero sabes en el fondo de tu ser que eso no puede seguir. Amas a tu esposo como a nadie, y en tu corazón no hay lugar para otro ser que no sea él. Y pasa el tiempo y quiere conocerte y un fuerte miedo te invade, no quieres traicionar al hombre de tu vida por la curiosidad despertada, y no sabes cómo terminar con esos llamados. Pero en tu mente algo se está planeando y la solución llega por fin, citarlo en algún lugar y no concurrir, ese será el final para este absurdo. Y eso es lo que haces, la cita es para un día y una hora en un determinado lugar, y al llegar el momento no acudes. Los días comienzan a pasar y los llamados se interrumpen, tu duda queda, si es que fue o no a la cita. -Tal vez haya ido-, te dices, -y como yo no concurrí al encuentro ha dejado de llamar-, sin necesidad de explicar nada, él ya sabía que tú eras casada.
Historias como ésta se pueden disfrutar en momentos de soledad, sólo que yo la imaginé un día de melancolía, es hermoso soñar y quien está libre de hacerlo, creo que si nos faltaran los sueños dejaríamos de vivir. Paisaje Estoy sentada sobre una roca contemplando el mar, su color azul celeste se confunde con el cielo, pero en el horizonte se ve la línea que los separa. La arena es suave, tibia y fina, como si fuera una tierna manta que abriga. El sol apenas asoma su color anaranjado, y poco a poco va emergiendo del mar para subir hasta lo más alto del cielo. Su color cada vez se hace más brillante cambiando delicadamente al amarillo real. Sus primeros rayos van calentando mi piel y me abrazan con su calor. Todo está en calma, las aguas del mar apenas golpean contra las rocas como si las acariciaran. Todavía todo está en silencio, solamente las traviesas gaviotas alborotan con su ruido siguiendo a alguna barca, que ya regresa a casa con pescado fresco. Parece que bailara una danza sobre el agua de lo suave que se mueve, y sólo sus tripulantes se ven caminar por cubierta, están solos en esa inmensidad; sus luces se van apagando pues el día se asoma. A lo lejos, en otra parte de la playa y sobre la arena dos enamorados se besan dulcemente y a espaldas de la ciudad, la arena solitaria y el mar son sus cómplices, cómplices de ese amor y pasión que los une. Ellos están en su mundo, no creen que alguien los espía, no saben que yo los veo, que soy testigo de sus besos y caricias, me ignoran, no saben que estoy allí, observándolos en silencio. Y el día cada vez es más pleno, y la ciudad ya comienza a despertar, y yo sigo mirando a los enamorados mientras escribo en mi diario. La barca ya está llegando al puerto y las gaviotas acompañan su camino, el mar sigue tranquilo y sereno, y el cielo de un azul radiante con el sol cada vez más arriba. La estela de la barca va quedando en el mar como un camino blanco de espuma. Y la roca que hasta ese momento me cobijaba es alcanzada por una ola, me salpica y me moja, yo despierto de mi sueño y despacito me levanto y comienzo a caminar descalza por la arena, que ya está tibia por el calor del sol, y así en silencio vuelvo a casa, donde me espera una taza de café caliente.
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